Presagio by María Martínez

Presagio by María Martínez

autor:María Martínez [María Martínez]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


28

Kate había pasado otra noche sin dormir, y esta vez no era solo por el insomnio que sufría. Los ruiditos ahogados procedentes de la habitación de Adrien se habían prolongado hasta bien entrada la madrugada.

Con el amanecer despuntando, se levantó de la cama y se acercó a la ventana, en el mismo instante que Adrien y Gayle salían de la casa. Era la cuarta vez esa semana que la bibliotecaria pasaba la noche allí.

Una vez sobre la motocicleta, ella se abrazó a la cintura de Adrien y apoyó el rostro en su espalda. Kate sintió pena por la chica. Era tan evidente que estaba colada por él. Un sentimiento que no parecía correspondido, dada la indiferencia que él le mostraba fuera de las sábanas.

Kate frunció el ceño. Sobre Adrien colgaba una señal de peligro que brillaba como un neón. Era extraño y misterioso, y también muy atractivo, pero había algo en él que la empujaba a desconfiar.

Mientras le daba vueltas a esos pensamientos, Adrien levantó la vista hacia su ventana. El corazón le dio un vuelco y se alejó del cristal de un salto. A pesar de la altura y la cortina, tuvo la sensación de que sus ojos se habían clavado directamente en los suyos, como si hubiera sabido que estaba allí.

Se abrazó los codos con un escalofrío.

Minutos más tarde, Kate aprovechó la ausencia de su huésped para limpiar su habitación. Cambió las sábanas, dejó toallas limpias en el armario y pasó la aspiradora.

Después bajó a la cocina y preparó el desayuno.

Sentada a la mesa, masticó el último trozo de tostada mientras observaba a Alice, que pelaba unas manzanas junto a la pila. Su deterioro físico empezaba a ser evidente.

Que su abuela estaba muy enferma era ya una realidad. Las pruebas habían confirmado las primeras sospechas. Cáncer. El peso de esa palabra era insoportable. Sin embargo, pese a las pocas esperanzas que los médicos albergaban, Alice estaba dispuesta a luchar. No pensaba rendirse.

Por ese motivo, día a día, Kate hacía todo lo posible por esconder su tristeza y aparentar que se encontraba bien. Aunque por dentro se sintiera como un edificio en ruinas.

Tras recoger la cocina y tender la última colada, se quedó plantada en medio del salón sin saber qué hacer. Su teléfono móvil sonó al recibir un mensaje. Le echó un vistazo y soltó un suspiro al comprobar que era de Jill. Lo guardó de nuevo en el bolsillo.

Durante las últimas semanas, toda su vida había girado en torno a la boda de su mejor amiga y empezaba a volverse loca. Necesitaba pasar un rato a solas, sin miradas preocupadas sobre ella o frases que se quedaban a medias para evitar temas delicados. Todo el mundo la trataba como si fuese un cristal agrietado, a punto de romperse con la más mínima presión, y estaba cansada de sentirse rota.

Se asomó a la ventana. Fuera brillaba el sol y le entraron ganas de ir a nadar.

Guardó en una mochila todo lo necesario para su excursión y se adentró en el bosque.



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